La cabeza
colgando, abandonada por buscar pensando, resumiendo las cadenas que no se
quiebran. Al final de la piel de los dedos un teclado muerto, la extensión del
alma, en la actitud se concentra el peso de vivir contigo mujer de negro y
rojo, mujer de sangre, caníbal (cronos con el asombro pintado en su rostro
retrocede ante ti) y sedienta de tus hijos que caen.
En las esquinas caen, en las calles, como pájaros derribados en pleno vuelo, devorados por tu concreto amasado
con sangre, con huesos y pólvora, con la continuidad de un solo lamento que se
sobrepone uno con otro para formar uno solo, agudo y profundo grito de muerte;
Guatemala
Te nombro y me nombro al mismo
tiempo, porque hijo tuyo soy escapando de tu furia de mujer vestida de negro,
te nombro con todos tus dientes y me nombro triste en el espejo, me nombro tu huérfano,
tu perro famélico, el abandono móvil en las esquinas de los sueños rotos.
Te nombro
con palabras de barro y asfixia, con letras de plomo y con palabras de
indiferencia, te nombro con la fuerza de las olas del tiempo en el mar del
universo oscuro, te nombro con la niebla de la ceguera; lagrimas
de cera que calcinan la arena de esta mañana volviéndolas espejo con tu nombre
en rojo sangre.
Guatemala
Vagabundo, oficinista, empleado comercial, vendedor, tantas y otras cosas inventadas, atrasado siempre por llegar a donde nadie me espera, donde ya nadie espera a
nadie porque no hay sueños ni ilusiones, perros vacíos y enseñando colmillos,
nos devoramos unos a otros, ciudadanos del nuevo milenio, donde somos solo el
exterior de piel ajada, traslucida, delgada y acartonada. Somos la espera
eterna, la soledad y el vacío, los perros famélicos, las ilusiones abortadas,
la vida truncada, un resumen de violencia y sangre diaria, el abandono y la
indiferencia de los sueños convertidos en pesadillas, somos lo que hemos sido;
Guatemalteco.
Tal vez, no
se, tenga la luz en los dedos para escribir en cualquier parte, en cualquier teclado
que elegante y muy delicadamente escriba, que cante una nueva canción, con el rostro de
frente al horizonte, después de terminar
de despertar de esta pesadez y abandono, podamos encontrarnos en otro lugar,
una nueva patria que se nombre así misma y a nosotros con otras letras y
podamos vernos con esta nuestra sangre llenando la vida, no alimentando el
concreto.