LA LUNA
martes, 17 de mayo de 2011
Nos encontraremos en el centro parte 2
Por algún rincón del Parque llegarás, tal vez por ahí, por el Parque de San Sebastián puede ser el lugar donde nos sentemos en una banca para ver a las palomas enamorarse sin tregua ni piedad, entre los niños que nunca se cansarán de correrlas, ni ellas de escaparse en una danza que lleva una eternidad sucediendo.
lunes, 9 de mayo de 2011
Encontrémonos en el centro

Y son calles, antiguas, largas y solidarias en la noche. También son luces casi perdidas que se amanecen entre los balcones de metales coloniales color tiempo; los años, aprisionados entre la vieja madera de soles eternos abiertos en flor de mayo.
El centro de la ciudad de Guatemala de la Nueva Asunción, historia y paredes testigos de pasos de generaciones y generaciones en búsqueda de la raíz y la razón y a veces, de la euforia que por extraño que parezca, algunas veces puedes ser camino.
domingo, 26 de septiembre de 2010
Cal y tierra:
Tal vez será que no te puedo decir
Mirando el rostro de la ciudad
La noche gris que me lleva lejos
Tal vez será esos hilos rojos
La sangre en la ciudad
En medio de este cuerpo las
Horas de la noche que me atraviesan
Talvez eso será
El mar de las nubes tan lejos
Y yo sobrevivo
a las horas del dolor
Talvez eso será
Me voy pensando en ti
Que te quedas acá donde
Ya no se puede respirar
Que no quiero estar aquí
Donde nadie sabe amar
Que deseo estar en otro lugar
Y voy viajando sin vos
Al final vestidos de cal
Llenos de tierra las manos
Obscuro el corazon
Hemos perdido la fe
Y al final quedaremos vestidos de cal y tierra
Todo lo que se necesita es cerrar los ojos y dejarse llevar por el río del dolor
Al mar del olvido ahogados en líquidos rojos, palpitantes
Necesitaremos muchos corazones que nos amen y no nos dejen otra vez
Limpiarme de la cal del fantasma
Y salir desde el centro de la tierra
lunes, 29 de marzo de 2010
Cal y Tierra
lunes, 13 de abril de 2009
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martes, 5 de agosto de 2008
Venus en el pudridero
de Eduardo Anguita
A la criatura angélica que me precede
no por génesis sino por finalidad.
¿Escucháis madurar los duraznos a la hora del estío,
a la venida del sol, mientras un príncipe danza
en víspera de su coronación?
Yo pienso en el gusano.
¿Oís podrirse los duraznos en el granero,
al atardecer, mientras las fechas del reino
caen de los tronos
y el viento las amontona, las dispersa y olvida?
Yo pienso en el gusano.
Si veis montar el agua de la noria,
con un niño fijamente asomado al brocal
frente a frente al abuelo,
y se siente el bese de los amantes como una hoja seca
que el pie del tiempo aplasta crepitando:
¿los amantes están muertos? No preguntéis con torpeza.
Pensad en el gusano.
Al borde del pozo, gusano y amante,
los dos punteros del reloj.
El agua está vacía y la amada es un torrente de mil rostros
despeñados.
Ambos sedientos, un sol varonil frente al otro sol, también varonil,
pero llorando y sombrío:
el de la aurora y el atardecer, íntimamente enemigos
y cuán quebrantados.
Llegan carretas rebosantes de frutas maduras,
se despiden los ancianos,
las raíces quedan en acecho al sol de la espera,
se acumulan los hechos.
Niño, niño mío, nómbrame sin pestañear,
en un segundo,
las dinastías reinantes -siglos, siglos-,
los monarcas desgajados.
Abuelo, abuelo, nómbrame siglos sin pestañear, en un instante,
antes que el ruiseñor concluya la nota de su silbo.
¿Quién osa alzar el Tarot vertiginoso?
Todas las fechas están prontas, o marchitas, como nunca nacidas.
Niño y anciano, en este instante tenéis la misma edad:
sólo un instante:
¿no habéis empezado?, ¿habéis terminado?
¡A qué pensar en el gusano!
El rey que tomó la ciudad
y con ella hizo una argamasa de sangre,
dejó el horror, dejó el escarnio;
las vírgenes violadas están vivas, las viudas maldicen.
El rey murió. Un muerto es el culpable.
El diabólico motorista que en carruaje veloz
cruzó la calle sin razón aparente,
a un chico dejó inválido, a una novia le quebró la columna.
El motorista ha muerto.
A él se debe este mundo.
Maravillas y desdichas:
cuanto nos es dado es obra de muertos;
cómo pedirles cuenta, todo trayecto es corto.
Muertos poderosos que nos legaron herencias
imposibles de revivir, imposibles de evitar.
¡A muertos, a muertos se debe este mundo!
Tiempo furioso, memoria feroz.
Esa fuerza desprendida del látigo, que sigue ondulando
cuando la mano que lo maneja ya está hecha polvo,
el latigazo aún azota con destreza terrible y melancólica.
¿Podemos comprender que la amada,
apenas pronunciadas las palabras del amor,
cambie, desaparezca, se destituya?
¡Y todavía sientes el calor de su beso
y su boca ha expirado?
A un muerto, a un muerto se debe este mundo.
(De modo semejante, el Rosal misterioso,
centro ígneo de radio cero, palpita en reposo en el corazón del
jardín,
y de él fluyen los rayos, los pétalos, la extensión de los prados,
salió al día, y extendiendo los brazos su amor emana
en forma de apóstoles, de mártires, de amantes de todo orden,
y hasta de esas señoras que reparten la piedad y son tanto más agrias
para que la moneda se vea más dulce y no les pertenece.
El amor, el aroma y los actos fortuitos,
más existentes que sus autores, gemas en silencio,
que no se quieren invisibles, y si se quieren así, al fin y al cabo,
como sentirse llamados a vivir sólo un instante
y servir para mucho, mucho tiempo).
No lamentes la ausencia de la semilla,
ama grandemente el fruto dado.
La semilla debe morir.
UN ABRAZOTE...DE OSO (HUYENDO DE LOBO, OVEJAS, BORREGOS Y LOBAS)